Juntos Hacemos la Diferencia

Del Receptor al Dador

marzo 27th, 2025|

La historia del pastor Juan Carlos Samaniego es un poderoso testimonio de la redención y fidelidad de Dios. Nacido en un hogar desintegrado, sus primeros años pudieron haber estado marcados por dificultades e inestabilidad. Sin embargo, a los dos años, su vida dio un giro milagroso: sus padres aceptaron a Cristo, sentando las bases para un hogar construido sobre la fe y la Palabra de Dios. Al crecer, el pastor Juan Carlos fue profundamente influenciado por las enseñanzas de sus padres, aprendiendo a amar y confiar en Dios. A la edad de 14 años, dio un paso audaz en su fe, eligiendo bautizarse. A partir de ese momento, su pasión por ver a otros experimentar la misma esperanza y alegría que ofrece Jesús solo se hizo más fuerte. Sirvió con entusiasmo en el liderazgo de la iglesia y el ministerio de jóvenes, dedicándose a ayudar a otros a encontrar el amor de Cristo. A los 26 años, Dios puso un llamado más alto en su corazón: dedicarse al ministerio de tiempo completo. Ahora, en 2025, ese mismo corazón de servicio lo ha movido una vez más, esta vez para brindar su amor y apoyo a pesar de su propia lucha y dificultades. El pastor Juan Carlos ha decidido apadrinar a otro niño en Ecuador, continuando su misión de transformar vidas. Pero lo que hace que este momento sea aún más especial es que también es el primer pastor de Perú en apadrinar a un niño en Ecuador. En los últimos años, muchos más peruanos han comenzado a apoyar a los niños en Ecuador, una tremenda manifestación de la obra de Dios en Perú. Este acto de generosidad es más que un simple apoyo financiero: es un testimonio de cómo Dios cambia vidas y llama a Su pueblo a ser una bendición para los demás. La trayectoria del pastor Juan Carlos desde un hogar roto hasta convertirse en líder y patrocinador es un hermoso reflejo de la capacidad de Dios para restaurar, sanar y usar a Su pueblo para Su gloria. Que su historia nos inspire a todos a abrir nuestros corazones, seguir el llamado de Dios y ser una fuente de esperanza para los necesitados. Así como Dios transformó sus vidas, puede usar a cada uno de nosotros para generar un impacto duradero en las vidas de estos niños.

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